lunes, 6 de diciembre de 2010

Memorias

Memorias
Del Benemerito General D. Francisco Morazan

Para escribir la vida de los hombres públicos que han figurado en tiempos pacificos bajo un gobierno constitucional, basta conocer los hechos y las leyes, y ser exacto e imparcial en las observaciones. Para conocer la de los que han figurado en tiempos de revolución y anarquía, cuando no ha existido mas ley que la salvación de la patria, no es suficiente hallarse impuesto de los sucesos, conocer sus causas ostensibles, y pesar las circunstancias que influyeran en ellas; es también necesario buscar el verdadero espíritu que los ha dictado en los secretos del corazón humano; sin dejarse seducir por los que, aparentando imparcialidad, se constituyen en interpretes de este, con la mira de satisfacer sus bajas y mezquinas pasiones.
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La muerte de Cesar habría sido un crimen a los ojos de los Romanos, si estos no hubiesen conocido los motivos que obligaron a Bruto a ejecutarla; y no se atribuyera, hoy, al gobierno ingles el deseo de abreviar los días de la vida de Napoleon, si hubiera justificado las causas que le obligaron a colocarle bajo la mortífera atmosfera de la isla de Santa Elena.
No es menos cierto que el espíritu de partido ha podido engañar muchas veces al escritor imparcial, y trasmitir por este artificioso medio a la posteridad como verdades históricas, lo que solo era obra de venganza y de la adulación. Pero esta falta no pertenece exclusivamente a los que nos han dado a conocer lo que ha ocurrido en el antiguo mundo; lo es también de los que se dedican a instruir a las generaciones venideras de lo que pasa en el nuevo, en donde han adquirido numeroros estimulos las pasiones, por el abuso que se hace de la imprenta.
No se crea por esto que yo desee que se limite por una censura previa. Cualquiera que se establezca para destruir un vicio, que es inherente a la libertad de publicar los pensamientos, llevaría consigo el germen que también destruyese esta saludable institución, que si ha sido el mejor sosten de los gobiernos monárquicos moderados, es sin disputa el alma de las instituciones democráticas.
Si, varias veces se ha abusado de ella contra mi para  criticarme, y protesto a los Centro-Americanos, a quienes me dirijo, que lejos de disputar a mis enemigos la posesión de este miserable recurso procurare no traspasar los limites de la moderación y del decoro.
No escribo para exaltar pasiones, y menos para revelar faltas y decir injurias a los que han calumniado en sus memorias impresas en las ciudades de Jalapa y Mejico: solo tomo la pluma para vindicarme, solo este sentimiento ha podido vencer la resistencia que siempre he tenido para hablar a la Nacion, aun es considerado con la disposición que se requiere en aquel caso, ni con la humildad que se necesita en este para mendigar un defensor, pues siempre he creido que el que no aspira a engañar debe prensetarse al pueblo con sus propios colores.
En los ocho años que servi la primera magistratura muchos de mis enemigos obtuvieron destino públicos, sin detenerse a examinar la legalidad de una elección, ni los motivos que me conservaron en el poder; y a otros que me prodigaban injurias siempre les acredite con mi silencio, que no deseaba hacer uso para desmentirlos de las ventajas que me daba mi posición.
Mas cuando observe que en a desgracia hasta algunos de mis amigos me juzgaban, me decidi a escribir mi vida publica.
No pudieron fiar a la memoria todos los acontecimientos ocurridos en una revolución de catorce años, pedi los documentos necesarios a Centro-America. Pero entre tanto estos llegan, el tiempo pasa, mis enemigos dan una siniestra interpretación a mi silencio, arrojan sobre mi nuevas calumnias, y no se halla al alcance de todos mi condcuta publica que los desmiente. Es por esto que me veo obligado ahora a hablar siquiera de una menra sucinta de los principales acontecimientos ocurridos en la revolución de 1828, que han sido maliciosamente desfigurados por unos, o censurados injustamente por otrs. Procurare apoyarlos en documentos dignos de toda la fe, y en testigos que, a la ciudadde intachables, por el buen crédito que merecen, reunan la particular circunstancia de contarse ellos en el numero de mis enemigos. La relación intima que tienen algunos de los hechos que voy ahora a referir, acaecidos antes de la guerra de 1828 con la materia de que me ocupo, no me permite pasar aquellos en silencio.
La elección de presidente de la república hecha por el congreso en el ciudadano Manuel Jose Arce, contrariando el voto de los pueblos que dieron sus sufragios al ciudadano Jose del Valle, fue, en mi concepto, el origen de las desgracias de aquella época. Dos partidos concurrienron a ella. En el uno se hallaban los mas aridentes defensores de la independencia y los mejores amigos de la libertad.  Estos dieron sus votos para que sostuviese la constitución federal, que era obra suya. Sen encontraban en el ojo los enemigos de esta constitución, los amigos de la dependencia española y los que unieron la república al imperio mejicano. Estos le dieron sus sufragiso con la esperanza que cooperase a la variación del sistema.
Ambos bandos tenían motivos de confianza en aquel candidato. Aquel citaba en su apoyo la condición que el ciudadano Manuel Jose Arce había observado a favor de la independencia. Este tenia por garantizado la opinión que el mismo Arce manifestó desde Mejico al Padre Obispo Delgado, con respecto al sistema que convenia a Centro-America, y las que conseguía siempre contra el federalismo, que no daban a la verdad las mejores seguridades de su buen modo de proceder en el Gobierno.
Puede, sin descredito, un ciudadano sacrificar sus opiniones particulares al cumplimiento de sus deberes como hombre publico: esto es posible, pero no puede voluntariamente colocarse, sin mancillar su reputación, en la difícil alternativa de faltar a sus juramentos, o causar desgracias de su patria esto hizo  Arce.
El admitió la primera magistratura de un gobierno contrario a sus opiniones, y presto el solemne juramento de ejecutar y hacer cumplir una Constitucion que, según lo repite tantas veces en su memoria de 830, impresa en Mejico, sistema la anarquía y autoriza el desorden.
Si esta conducta no puede conciliarse con la que debería observar el patriota y el alto funcionario, ella sin embargo descubre los verdaderos motivos que le obligaron a apoyar sus repetidas infracciones de la constitución en un partido que, al deseo de variarla, añadían sus principales directores la halagüeña esperanza de encontrar en Arce el héroe que les hiciese olvidar la sensible perdida del Emperador Iturbide.
No podría ciertamente reconocerse en este modo de proceder al hombre agradecido por la alta distinción con que lo honraran los pueblos, llamándolo a regir sus destinos, si el deseo de ser a los ojo de estos mismos pueblos al bienhechor de primer lustro de la libertad, o por lo menos el primer patriota de la época, no vinieran en su ausilio a disculparlo, ¡funesa presunción, que tantos males ha causado a la Republica!
Si el ciudadano Manuel Jose Arce se hubiera negado a admitir la presidencia, se habría escusado del compromiso, que sus opiniones con respecto a la constitución le habían hecho prever, no hubiera entonces tenido lugar sus temores de anarquizar la Republicam si cumplia con las leyes que autorizaban en su concepto el desorden; ni sus juramentos habrían sido violados con la infracción de aquellas, agravantes con este hecho los mismos males que pensaba evitar.
Tan noble conducta hubiera librado a Centro-America de mil desgracias, y al presidente de ella de un taro y esteril arrepentimiento, que le fue arrancado por un acto de la mas negra ingratitud que lo despojara de un ejercicio de la magistratura, y vino en socorro del pueblo cuando se hallaba ya dividido y destrozado por la guerra civil y la anarquía.
Yo acababa, dice el Presidente Arce, de estudiar en Washington y en los principales Estados anglosajones americanos el sistema federal: había penetrado su origen; había pulsado sus enlaces: me entere de sus ventajas, y me hice cargo de sus defectos… y todo esto , es necesario decirlo, se obro en pocos días, y sin el menor conocimiento del idioma ingles.
No podía decir mas el sabio e infatigable Mr. Alejo Tocqueville, a quien debemos su preciosa obra titulada: “De la democracia en la America del Norte”.
Desgraciados Centro-Americanos! Vuestros males se pueden lamentar:pero consolaos con este esteril sentimiento, porque no es posible, en conciencia, hacer responsable de ellos a su autor!... si todas las opiniones que he referido son bastantes a hacer conocer la suerte que esperaba a Centro-America, yo no las presento al publico sino como las precursoras de grandes hechos, que hablan al corazón imparcial un idioma tanto mas convincente, cuanto que esta fundado en las mismas leyes, argumentos y raciocinios aducidos por el ex presidente Arce en su propia defensa.
Dos partidos se presentaban a este y a sus amios en opinión, para variar las leyes, objeto único de sus miras, de sus faltas, de su descredito y de su desgracia. O el que se emplea regularmente en las repúblicas con el fin de obtener el triunfo en las elecciones, y por consiguiente, el influjo que se desea en las cámaras para reformar o varia la constitución, o el de la fuerza.
Aunque el primero era mas sencillo y el único legal,  exigia mucho tiempo su ejecución, y además, carecia de trofeos t de gloria. Si podía haber alguna manera de persuadir, seria a los ojos del Presidente Arce, tan oscurecida por las intrigas que se suelen emplear en semejantes casos, como el color de los vestidos diplomáticos de las personas que debieran ejecutarlo.
No siendo este recurso acomodado al genio del Presidente, y menos a sus intereses elijio el segundo partido. Dos motivos le obligaron a obrar de esta manera. Seguir las huellas de los héroes conquistadores para poder adquirir esa gloria querrera, tanot mas noble, cuanto son grandes los obstáculos que vence, y los peligros que corre el Jefe militar que la obtiene a la cabeza de sus soldados vencedores, fue sin duda el objeto del primero en afirmar para lo futuro en los hombros de esta mismos soldados la silla del poder en que no se creo bien seguro por la inconstancia de los diplomáticos que lo colocaron en ella, era la mira del otro, esta inconstancia que comenzaba ya a experimentar, lo fue muy pronto funesta por la vez primera en el cuartel general de Jalpatagua. Allí lograron Antonio Aycinena y D. manuel Dominguez introducirse, digamoslo Asi, disfrazados con las insignias militares que arrancaran al merito del soldado y obtener un triunfo con el ausilio de la táctil diplomática, que tuvo por trofeos la deposición del Comandante Perk y el despojo de todo el influjo que tenia el Presidente Arce en el ejercito.
El escandaloso suceso ocasionado por que unos pocos empleados del Gobierno del Estado de Guatemala se concurrieran en un mismo edificio con el presidente de la Rrepublica a la función civica del 15 de setiembre de 1826, que en otras circunstancias solo hubiera comunicado al pincel algunos personajes en actitudes propias a una cariatura, produjo entonces malísimos resultados.


(Sercretaria Cultural y Turismo Departamento de publicaciones de la Direccion General de Cultura, 1981)

Referencias

Sercretaria Cultural y Turismo Departamento de publicaciones de la Direccion General de Cultura. (1981). Memorias de Francisco Morazan . En F. Morazan, Memorias de Francisco Morazan (págs. 12-68). Tegucigalpa: SECTUR.

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