lunes, 6 de diciembre de 2010

Citas de Francisco Morazán


§  “Aún estoy vivo.”
§  “Con los reyes nació la tiranía.”
§  “Declaro que mi amor a Centroamérica muere conmigo.”
§  “Excito a la juventud, que es llamada a dar vida a este país que dejo con sentimiento por quedar anarquizado, y deseo que imiten mi ejemplo de morir con firmeza antes que dejarlo abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra."
§  “Quiero que mis cenizas descansen en El Salvador, cuyo pueblo me fue tan adicto.”
§  “Fue legal la resistencia que opusieron los gobiernos de los Estados al presidente de la República y necesaria la guerra que llevaron los pueblos de Guatemala.”
§  “La educación es el alma de los pueblos y abono de los ejércitos de la libertad.”
§  “La posteridad nos hará justicia.”
§  “Muero con el sentimiento de haber causado algunos males a mi país.” (Centroamérica)
§  “No he merecido la muerte porque no he cometido más falta que dar libertad a Costa Rica y procurar la paz de a la república.” (Centroamérica)
§  “Para extirpar el mal de las naciones es preciso destruir las monarquías.”
§  "Si avanzo sigueme, si me detengo empujame, si retrocedo matame"

(3.0, 2010)



3.0, L. C.-I. (12 de septiembre de 2010). Wikiquote. Recuperado el 08 de noviembre de 2010, de http://es.wikiquote.org/wiki/Francisco_Moraz%C3%A1n







Pensamientos de Francisco Morazán


·  Un pueblo que rompiendo las cadenas de la esclavitud, se arroja, digamoslo así, de repente en el camino de la libertad, no puede marchar sin tropiezos por él, sino buscando en la educación el cultivo de su inteligencia e instruyéndose en el cumplimiento de sus deberes.
·  La sencilla educación popular es el lema de las naciones libres, para destruir los errores y preparar el triunfo de la razón y la libertad.
·  Los rehenes que los enemigos tienen en su poder son para mí sagrados y hablan vehemente a mi corazón; pero soy el Jefe de Estado y mi deber es atacar; pasaré sobre los cadáveres de mis hijos, haré escarmentar a mis enemigos y no sobreviviré un solo instante a tan escandaloso atentado (respuesta a una comisión de los facciosos que le propuso depusiera las armas).
·  La grandeza de una patria no se mide por la extensión de su territorio sino por la dignidad y honor de sus hijos.
·  Si aristocracia puede haber, solo será la aristocracia que yo respeto, que yo admiro: la aristocracia de la virtud y el tiempo.
·  La fortuna jamás protege a los que huyen de los peligros de la guerra para poder disfrutar de las ventajas del triunfo.
·  Morir hoy o mañana es lo mismo.
·  Los pueblos libres calculan los años de su vida social por la existencia de su poder, respectivamente.
·  Declaro... que ni el menor rencor llevo al sepulcro contra mis asesinos, que los perdono y deseo el mayor bien posible.
·  La posteridad nos hará justicia.
·  No he de huir, señor, ni me falta valor para ir al patíbulo.
Si amáis la libertad, dejad libre y expedita la acción del Gobierno que la protege. ¿Cómo queréis que sea fuerte contra la opción que conspiró, si vosotros le quitáis la fuerza?
·  Los pueblos me han confiado sus destinos; yo seré todo para los pueblos. Una lágrima menos, una espiga más, un retoño de la planta que no se había cultivado. Será el maximun de mi felicidad.
·  Jamás se pueden hacer obras con hombres forzados.
·  Si vosotros teneis vocación para ser esclavos, yo no la tengo para ser tirano.
Declaro: que mi amor a Centroamérica muere conmigo. Exito a la juventud, que es llamada a dar vida a este país que dejo con sentimiento por quedar anarquizado, y deseo que imiten mi ejemplo de morir con firmeza antes que dejarlo abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra.








Sandoval, L. E. (1992). Pensamiento Vivo de grandes Hombres 2. En L. E. Sandoval,Pensamiento Vivo de grandes Hombres 2 (págs. 43-50). España: JES Ediciones.




Compilación hecha por, Joel Edimar Cruz, Apreciación Literaria, UNITEC

Testamento de Morazán

Testamento
SAN JOSE: 15 DE SEPTIEMBRE DE 1842. DIA DEL ANIVERSARIO DE LA INDEPENDENCIA CUYA INTEGRIDAD HE PROCURADO MANTENER.
EN EL NOMBRE DEL AUTOR DEL UNIVERSO EN CUYA RELIGION MUERO.
DECLARO: QUE TODOS LOS INTERESES QUE POSEIA, MIOS Y DE MI ESPOSA LOS HE GASTADO EN DAR UN GOBIERNO DE LEYES A COSTA RICA, LO MISMO QUE DIEZ Y OCHO MIL PESOS Y SUS REDITOS, QUE ADEUDO AL SEÑOR GENERAL PEDRO BERMUDEZ.
DECLARO: QUE NO HE MERECIDO LA MUERTE PORQUE NO HE COMETIDO MAS FALTA QUE DAR LIBERTAD A COSTRA RICA Y PROCURAR LA PAZ A LA REPUBLICA. DE CONSIGUIENTE, MI MUERTE ES UN ASESINATO TANTO MAS AGRAVANTE CUANTO QUE NO SE ME HA JUZGADO NI OIDO. YO NO HE HECHO MAS QUE CUMPLIR LOS MANDATOS DE LA ASAMBLEA, EN CONSONANCIA CON MIS DESEOS DE REORGANIZAR LA REPUBLICA. PROTESTO QUE LA REUNION DE SOLDADOS QUE HOY OCASIONA MI MUERTE, LA HE HECHO UNICAMENTE PARA DEFENDER EL DEPARTAMENTO DE EL GUANACASTE PERTENECIENTE AL ESTADO, AMENAZADO SEGUN LAS COMUNICACIONES DEL COMANDANTE DE DICHO DEPARTAMENTO, POR FUERZAS DEL ESTADO DE NICARAGUA. QUE SI HA CABIDO EN MIS DESEOS EL USAR DESPUES, DE ALGUNAS DE ESAS FUERZAS PARA PACIFICAR LA REPUBLICA, QUE SOLO ERA TOMANDO DE AQUELLOS QUE VOLUNTARIAMENTE QUISIERAN MARCHAR, PORQUE JAMAS SE EMPRENDE UNA OBRA SEMEJANTE CON HOMBRES FORZADOS.
DECLARO QUE AL ASESINATO SE HA UNIDO LA FALTA DE PALABRA QUE ME DIO EL COMISIONADO ESPINACH, DE CARTAGO, DE SALVARME LA VIDA.
DECLARO QUE MI AMOR A CENTROAMERICA MUERE CONMIGO.
EXCITO A LA JUVENTUD QUE ES LA LLAMADA A DAR VIDA A ESTE PAIS QUE DEJO CON SENTIMIENTO POR QUEDAR ANARQUIZADO, Y DESEO QUE IMITEN MI EJEMPLO DE MORIR CON FIRMEZA, ANTES QUE DEJARLO ABANDONADO AL DESORDEN EN QUE DESGRACIADAMENTE HOY SE ENCUENTRA.
DECLARO: QUE NO TENGO ENEMIGOS, NI EL MENOR RENCOR LLEVO AL SEPULCRO CONTRA MIS ASESINOS, QUE LOS PERDONO Y DESEO EL MAYOR BIEN POSIBLE.
MUERO CON EL SENTIMIENTO DE HABER CAUSADO ALGUNOS MALES A MI PAIS, AUNQUE CON EL JUSTO DESEO DE PROCURARLE SU BIEN; Y ESTE SENTIMIENTO SE ALIMENTA PORQUE CUANDO HABIA RECTIFICADO MIS OPINIONES EN POLITICA EN LA CARRERA DE LA REVOLUCION, Y CREIA HACERLE EL BIEN QUE ME HABIA PROMETIDO PARA SUBSANAR DE ESTE MODO AQUELLAS FALTAS, SE ME QUITA LA VIDA INJUSTAMENTE.
EL DESORDEN CON QUE ESCRIBO, POR NO HABERSEME DADO MAS QUE TRES HORAS DE TIEMPO PARA MORIR, ME HABIA HECHO OLVIDAR QUE TENGO CUENTAS CON LA CASA DE MR. M. BENNET DE RESULTAS DEL CORTE DE MADERAS EN LA COSTA DEL NORTE, EN LAS QUE CONSIDERO ALCANZAR UNA CANTIDAD DE DIEZ A DOCE MIL PESOS, QUE PERTENECEN A MI MUJER, EN RETRIBUCION DE LAS PERDIDAS QUE HA TENIDO EN SUS BIENES PERTENECIENTES A LA HACIENDA DE JUPUARA, Y QUE TENGO ADEMAS OTRAS DEUDAS QUE NO IGNORA EL SEÑOR CRUZ LOZANO.
QUIERO QUE ESTE TESTAMENTO SE IMPRIMA EN LA PARTE QUE TIENE RELACION CON MI MUERTE Y LOS NEGOCIOS PUBLICOS.
FRANCISCO MORAZAN




(Ortega)



Referencia:
Ortega, M. R. (s.f.). Angelfire. Recuperado el 08 de 11 de 2010, de http://www.angelfire.com/fl/majalva/morazan.html

Manifiesto de David

Manifiesto de David
AL PUEBLO DE CENTRO AMÉRICA

Cuando los traidores a la patria ejercen los primeros destinos, el Gobierno es opresor.
Montesquieu.

Hombres que habéis abusado de los derechos más sagrados del pueblo por su sórdido y mezquino interés! Con vosotros hablo, enemigos de la independencia y de la libertad. Si vuestros hechos, para procuraros una patria, pueden sufrir un paralelo con los de aquellos centroamericanos que perseguís o habéis expatriado, yo a su nombre os provoco a presentarlos. Ese mismo pueblo que habéis humillado, insultado, envilecido y traicionado tantas veces, que os hace hoy los árbitros de sus destinos y nos proscribe por vuestros consejos, ese pueblo será nuestro juez.
Si la lucha que os propongo es desigual, todas las ventajas de ella están de vuestra parte.
Tenéis en vuestro apoyo:
Que os halláis colocados en el poder, y que nosotros nos encontramos en la desgracia.
Que podéis hacer uso de vuestra autoridad para procurarnos acusadores, que nosotros no encontramos tal vez ni un testigo.
Que os habéis constituido en nuestros jueces, y declarado que somos vuestros reos.
Que nuestra voluntaria retirada de los negocios públicos, con un objeto más noble que el que ha podido caber en vuestros corazones, la habéis interpretado como fuga.
Que a nosotros, que no os atrevisteis nunca a vernos cara a cara, nos insultáis atrozmente en vuestra imprenta; y añadiendo el escarnio a la venganza, habéis tomado la mano misma que os ha envilecido para trazar los caracteres de un nombre funesto que no podemos pronunciar sin oprobio, y nuestra expatriación se ha decretado[1].
Y en fin, para complemento de vuestro triunfo, todas las apariencias acreditan que el pueblo que nos va a juzgar os pertenece. Pero no importa. Nosotros tenemos la justicia. Vamos a los hechos.
Cuando vosotros disfrutabais de una patria, no podíamos nosotros pronunciar este dulce nombre. Recordadlo. Vosotros habéis gozado muchos años de los bienes de esa patria que buscáis en vano. ¿Encontraréis en la República de Centro-América algunas señales de ella? No. Aunque le dais hoy este nombre, más extranjeros sois por vuestros propios hechos en el pueblo que os vio nacer, que nosotros en Méjico, en el Perú y en la Nueva Granada. Por la identidad de nuestros principios,  con los que sirven de base a los gobiernos de estas Repúblicas, nosotros hemos hallado en ellas simpatías que vosotros no encontraréis en el propio suelo de vuestros padres (que ya no os pertenece) desde el momento mismo que se descubran vuestros engaños. Pero si aun queréis buscar vuestra patria, la hallaréis sin duda por las señales que voy a daros. Oíd y juzgad.
En vuestra patria cometías culpas que se olvidaban por unas tantas monedas, y a nosotros se nos exponía a la vergüenza pública.
En vuestra patria perpetrabais los más atroces delitos, a los que se les daba el nombre de debilidades para  dejarlos sin castigo, y nosotros sufríamos la nota de infames hasta nuestra quinta generación.
En vuestra patria ejecutabais los crímenes que siempre se quedaban impunes, porque vosotros mismos erais los jueces, y nosotros perdíamos la salud y la vida en los cadalsos.
En vuestra patria ostentabais los honrosos títulos de tiranos, y nosotros representábamos el humillante papel de esclavos.
Esn vuestra patria tenías la gloria tenías la gloria de apedillaros los opresores del pueblo, y gemíamos nosotros bajo la opresión.
Y cuando en vuestra patria, ensanchando la escala de los opresores, defendíais hasta los infames oficios de carceleros y de verdugos, a nosotros se nos exigían los reos y las víctimas.
Y para que nada faltase a vuestra dicha y a nuestra desgracia, así en la tierra como en el cielo, ¡Hasta los santos sacabais de vuestras propias familias!, y los malvados, a vuestro juicio, sólo se encontraban en las nuestras.
Vosotros oíais, continuamente en sus revelaciones, la felicidad que os aguardaba, en tanto que a nosotros sólo se nos anunciaban desgracias.
Vosotros dirigías con confianza vuestras súplicas al pie de los altares, porque hacíais propicios a sus sacerdotes con las riquezas que exigíais al pueblo, en tanto que éste temía elevar sus plegarias,  por no poder acompañarlas con ofrendas….
Y por último, para llenar la medida de vuestro poder y nuestro infortunio, aun más allá de la tumba, en tanto que las almas de nuestros padres vagaban sin consuelo en derredor nuestro, para demandarnos los medios de lograr su eterno descanso, vosotros comprabais el
Cielo que no habías merecido, con los tesoros que os proporcionaban las leyes de un infame monopolio.
He aquí vuestra patria. Recordadla. Pero si aun insistiereis en disputarnos la que por tantos títulos nos pertenece, exhibid vuestras pruebas, que nosotros daremos las nuestras;  y si resultase un solo hecho en vuestro favor contra mil que presentemos nosotros, consentiremos, gustosamente en ser a los ojos del mundo lo que hoy somos a los vuestros.
No es vuestra patria. Porque en 1812, que por la primera vez se ventilaron los derechos de americanos,  vosotros hacías de injustos jueces, de viles denunciantes y de falsos testigos contra los amigos de la independencia del Gobierno absoluto.
Es nuestra patria. Porque en la misma época nosotros nos la procurábamos difundiendo ideas de libertad y de independencia en el pueblo, sin que vuestras amenazas nos arredrasen ni nos intimidase la muerte, ya sea que se nos presentase en la copa de Sócrates, que la encontrásemos al cabo del dogal que quitó la vida al Empecinado o que se pronunciase en vuestros inicuos tribunales.
No es vuestra patria. Porque cuando triunfaron las ideas de libertad en la metrópoli, cuando los patriotas españoles quitaron algunos eslabones a la pesada cadena de nuestra esclavitud, revelándonos de este modo lo que éramos y lo que podíamos ser, vosotros conspirasteis contra el Gobierno Constitucional que se estableciera en toda la monarquía como enemigos de las luces, cooperasteis con aquellos que pretendieron, entonces, independizarse del Gobierno de las cortes y trasladar a la América el Gobierno absoluto de los Borbones.
Es nuestra patria: Porque en el mismo tiempo hacíamos resonar el grito de independencia en todo el Reino de Guatemala. Todo aquel que tenía un corazón americano se sintió, entonces, electrizado con el sagrado fuego de la libertad. Por una disposición de la Providencia, los amigos del Gobierno absoluto de los Borbones.
Es nuestra patria: Porque en el mismo tiempo hacíamos resonar el grito de independencia en todo el Reino de Guatemala. Todo aquel que tenía un corazón americano se sintió, entonces, electrizado con el sagrado fuego de la libertad. Por una disposición de la Providencia, los amigos del Gobierno absoluto de los Borbones,  enemigos de la independencia de España constitucional, se unieron con los independientes de ambos Gobiernos, y proclamaron la separación de la antigua metrópoli el 15 de septiembre de 1821. Y de este modo, vuestros nombres figurarán en la historia al lado de los Reyes Luis IX, Luis XI y otros muchos que trabajaron sin pensarlo, a favor de la democracia, sistema que hoy gobierna en la República de Centro América.

No es vuestra patria: Porque en 1821, acreditasteis con un hecho, que es a los ojos del mundo un grave crimen, vuestro tardío arrepentimiento por haber cometido otro crimen que no es menos grave a los vuestros.

Los remordimientos de vuestra conciencia por haber cooperado a la independencia de un pueblo indócil, que convirtió en su provecho lo que era destinado al vuestro, quisisteis aquietarlos sacrificando a un gran conspirador los derechos de este mismo pueblo:  y en lugar de un viejo monarca, nos distéis un nuevo usurpador:  en lugar de la tiranía de los Borbones, nos disteis el escándalo  de  un emperador de farsa, más opresor porque está más inepto, y su opresión mil veces más sensible,  porque lo ejercía sin títulos, sin tino, con sus iguales y por la vez primera. Es nuestra patria: Porque cuando vosotros, al lado del General mejicano don Vicente Filísola, hicisteis los mayores esfuerzo por conservar la dominación del Emperador Iturbide en los pueblos que había subyugado por la intriga, aunque sin éxito, nosotros procuramos evitarla. Cuando muchos de vosotros, a la retaguardia de aquel General, eráis testigos de los últimos esfuerzos del heroico pueblo salvadoreño, que mal defendido y cobardemente abandonado por su jefe en el momento mismo del peligro[2] sucumbió noblemente,  y con más gloria que la que pudo caber a sus vencedores;  nosotros por este mismo tiempo,  en el propio teatro de la guerra, en Guatemala, Honduras y Nicaragua, corríamos la suerte de los vencidos, por la identidad de nuestras opiniones.

El pueblo salvadoreño, sin armas y abandonado a su propia suerte, hizo impotente la negra intriga que se formara en su seno con innobles miras. [3] Defendió por largo tiempo la más hermosa de todas las causas, adquiriendo por digna recompensa de sus grandes hechos, la inmarcesible de dar al mundo el grandioso espectáculo de un pueblo libre que se regenera, obteniendo, en sus propias derrotas, la reivindicación de los mismos derechos que se la ocasionaron;  en tanto que sus injustos agresores pierden todas las ventajas que les diera su malhadado triunfo.

Por un distinguido favor de la Providencia, los últimos cañonazos que quitaron la vida a los mejores hijos de El Salvador y completaron  en el Reino de Guatemala la dominación de Iturbide, eran contestados por los que se disparaban  en México, para celebrar la completa destrucción de un Imperio que sólo apareció al mundo para oprobio de sus autores.  Y por justo resultado de estos hechos, del Reino de Guatemala, libre del dominio del Emperador Iturbide, en donde habías creado vuestra nueva patria, se formó la nuestra,  bajo un sistema democrático,    con el nombre de República Federal de Centro América.
Si ya que no podéis negar estos hechos, que todo el pueblo ha presenciado, pretendiereis, en vuestro despecho, arrojar de nuevo vuestra acusación favorita, a saber: Que muchos de nosotros nos hemos enriquecido defendiendo la independencia y la libertad, -no pretendo dejaros ni este miserable recurso.

Tal como es para mí de falsa e insultante la proposición, yo la levanto del suelo, en donde la ha colocado el desprecio público, con la fundada esperanza de tirárosla a la cara con doble fuerza.  Si se puede llamar riqueza la que obtuvieron algunos de vuestros jefes militares en el sitio de Mejicanos,  por medio de un mezquino monopolio –estamos todos de acuerdo. Pero si los bienes de los regulares componen la única riqueza que se ha podido encontrar en Centro América, levante la mano el más atrevido de vosotros, y clave en nuestra frente la nota de infame a los que la hubiéramos merecido por este hecho u otro semejante.

Volvamos al asunto. Después de la caída de Iturbide ¿cuál ha sido la conducta que habéis observado?  Yo os la recordaré.

Vuestra debilidad os hizo firmar la Constitución Federal de 1824, y combatirla vuestra perfidia en  1826,  27 y 28.

Con este interés disteis vuestros sufragios de Presidente al señor Arce; y este mismo interés os hizo despojarlos, cuando ya había llenado, en parte, vuestras miras, porque le fuera adversa la suerte en el momento mismo de exterminar a vuestros enemigos.

Vuestra razón de Estado llevó por segunda vez la guerra a muerte a los pueblos de El Salvador, que perpetuaron vuestros jefes  por interés.

Vuestra venganza iluminó por mucho tiempo las oscuras noches de estío con el incendio de poblaciones indefensas, para que la rapaz y mezquina codicia de vuestros militares, que se ejercitaba a media noche, encontrarse alumbrado el camino por donde se condujeran a vuestro campo los miserables despojos que habían librado de las llamas…

Esta devastación, esta mina, que sólo se habría terminado con la dominación a que aspirabais, y que se os escapara de las manos por la imbecilidad y cobardía de vuestros guerreros, desapareció con los triunfos de Gualcho, Mejicanos y Guatemala, y los liberales vencedores acreditaron con la completa reorganización de la República que eran dignos de regir los destinos de un pueblo libre.

Vuestra venganza, jamás satisfecha, y vuestros deseos de dominar, nunca extinguidos, trajeron otra vez la guerra a la República para dar un nuevo testimonio al mundo de vuestras miras, y a los centroamericanos una prueba de todo lo que debiera esperar y temer de sus enemigos.

El Coronel Domínguez, que defendiera vuestra causa con tanto empeño en 1828, invadió los puertos del norte en 1831, se introdujo con fuerzas en el Estado de Honduras, para presenciar sus derrotas, y encontró por último la muerte en la ciudad de Comayagua.

El ex Presidente Arce, que apareció en el mismo tiempo por Escuintla de Soconusco con tropas mexicanas que habían destruido la Independencia nacional, fue completamente batido por el valiente  General N. Raoul. No pudiendo aquel desgraciado Jefe imitar a Moreau, que murió  combatiendo contra su país natal con un valor que atenuara su crimen; ni a Coriolano[4], que obligado a retirarse de las puertas de Roma por las súplicas de la que lo llevara en su vientre, acreditó que no le faltaban virtudes, siguió el ejemplo de tantos griegos que se unieron con los enemigos de su patria para combatirla, y sufrió, como ellos,  el digno castigo en su propia derrota y en las dobles maldiciones de los mercenarios extranjeros vencidos y de sus conciudadanos vencedores.

Esta injusta guerra se terminó con la ocupación del castillo de S. Fernando de Omoa, en donde el malvado Ramón Guzmán, que sirviera en vuestras filas como soldado en 1828, enarboló la bandera española. Después de una lucha obstinada de 5 meses, que diezmara nuestro ejército, y de la epidemia que lo quitara, fue abatida esa señal oprobiosa de nuestra antigua esclavitud por el valiente y sufrido Gral. Agustín Guzmán, que hizo rendir la fortaleza. Y para dar al mundo un testimonio de los extremos opuestos a que pueden conducir vuestras opiniones y las nuestras en el mismo campo en donde está colocada la cabeza de un traidor, hijo de la República, y de vuestro partido, que elevara sobre las murallas del castillo el símbolo de nuestra opresión, existen los sepulcros de mil centroamericanos, del nuestro que lo despedazaran.

No pretendo asegurar que todos vosotros hayáis aplaudido aquel crimen; si puede adivinarse que hubiesen algunos de vosotros que lo vieran con indignación, permítaseme preguntar a los demás; ¿tiene alguna analogía con la rendición de la plaza de San Salvador  en 1823?  ¿Si Fernando VII y la bandera española tienen algo de común con la del Imperio mexicano y Agustín I? ¿Si las garras de la joven Aguila que se ven pintadas en ésta, oprimen o hieren con más fuerza que las del viejo León hispano que se mira en las armas de aquellas que dominaran la América por tres siglos?

Esta guerra, tan fecunda en hechos que ilustraron las armas del Gobierno Nacional, que no fue menos abundante en sucesos que justificaron más y más la causa de los liberales vencedores, arrojó sin embargo elementos funestos de discordia. A éstos se unió el descontento, que naturalmente debió producir una Administración de diez años, continuamente contrariada por los hábitos que dejara el Gobierno absoluto, cuyos resortes tocasteis con oportunidad para preparar la revolución de 1840.

Vosotros, apoyados en el fanatismo religioso, destruisteis en el Estado de Guatemala las obras que los demócratas consagraron a la libertad, en tanto que los bárbaros las hollaron con su inmunda planta.

La profesión de los derechos del pueblo –la ley de la libertad de imprenta- la que suprimió las comunidades religiosas- la que creara la Academia de Ciencias, en que se enseñaban los principales ramos del saber humano, repuesta por vosotros con la antigua Universidad de San Carlos –la del hábeas corpus- los códigos de pruebas, de procedimientos y de juicios, obra del inmortal Livingston[5], adoptadas con el mejor éxito, y tantas otras, fueron al momento derogadas por vosotros y el vacío que dejaron estos monumentos del patriotismo lo llenasteis con nombres odiosos, que recordarán al pueblo su antigua esclavitud y sus tiranos.

En los Estados de Nicaragua y Honduras, los justos deseos de reformas, no satisfechos con las que hiciera el Congreso en 1831 y 1835, fueron de nuevo excitados por dos folletos que escribió el ex-Marqués de Aycinena. En ellos pretendía éste probar que no estábamos bien constituidos, porque los Estados, como en Norte América, no fueron antes que la Nación, y porque la Constitución Federal es más central que la de aquella República.

Proposiciones en su origen insidiosas, risibles en su aplicación y que han merecido el deprecio de los hombres sensatos.

Pretender que las Constituciones de nuestros Estados debieran existir antes que la general, es pedir un imposible, porque los españoles, que nunca fueron ni tan ilustrados ni tan generosos como los ingleses con sus colonos, no nos permitieron otra ley que la voluntad del soberano.

Asegurar que por esta falta no estamos bien constituidos y somos desgraciados, es ignorar las causas que han contribuido a la felicidad de aquel pueblo afortunado.

Afirmar que la Constitución Federal de Centro América es más central que la de los Estados Unidos del Norte, es un insulto que no podrá sufrir con paciencia el que haya hecho una comparación de las leyes.

En fin, atreverse a asegurar ante el público tantas falsedades juntas, es abusar demasiado de su sencillez y buena fe, y del silencio que han observado los centroamericanos ilustrados que conocen que ni los norteamericanos pudieron hacer su felicidad copiando las Constituciones democráticas que habían servido a otros pueblos, ni el de Centro América, en su actual estado, hará la suya adoptando la Ley Fundamental de aquella República si no puede trasplantar al mismo tiempo el espíritu que le da la vida.

Pero  Aycinena sólo ha tenido por mira, al propagar estas doctrinas, producir una revolución, -¡Ojalá sea más afortunado en esta vez que lo fuera con su familia en la del Imperio mexicano, que defendieron con tanto ardor!

Si el Duque de Orleans encontró en la guillotina el castigo de haber anarquizado al pueblo francés, aparentando para subir al trono ideas liberales que no profesara,  descendiendo de lo grande a lo pequeño, debe tener igual suerte Aycinena, que usa de los mismos medios para recobrar sus honores.

Ni el oro del Guaya, ni las perlas del Golfo de Nicoya, volverán a adornar la corona del Marqués de Aycinena;  ni el pueblo centroamericano verá más esta seña oprobiosa de su antigua esclavitud;  pero si alguna vez brillase en su frente este símbolo de la aristocracia, será el blanco de los tiros del soldado republicano.

Y para que nada faltase de ignominia y funesto a la revolución que habéis últimamente promovido, apareció en la escena el salvaje Carrera, llevando  en su pecho las insignias del fanatismo, en sus labios  la destrucción de los principios liberales y en sus manos el puñal que asesinara a todos aquellos que no habían sido abortados, como él, de las cavernas de Mataquescuintla.[6] Este monstruo debió desaparecer con el cólera  morbus asiático que lo produjo. Al lado de un fraile y de un clérigo [7] se presentó  por la primera vez revolucionando los pueblos contra el Gobierno de Guatemala, como envenenador  de los ríos que aquellos conjuraban, para evitar, decían,  el contagio de la peste. Y contra este mismo Gobierno, fue el apoyo de los que en su exasperación le dieron parte en la ocupación de la ciudad de Guatemala, Fue su peor enemigo cuando estos quisieron poner término a sus demasías y vandalismo, y su más encarnizado perseguidor y asesino cuando el salvaje se uniera con vosotros.

Es necesario que no se ignore la conducta de este insigne malvado, que ha excedido con sus crímenes a todos los tiranos sin conocerlos. Su vida forma una cadena no interrumpida de delitos, acompañada de circunstancias horrendas.

El fusilamiento de varios jueces de circuito, en cuyo número se cuenta el ciudadano F. Zapata, que ejercía sus funciones en Jalpatagua[8], es de este número.

Como en todos los pueblos, lo primero que hizo Carrera fue incendiar en la plaza la ley que establecía el juicio por jurados, y los códigos que eran el espanto de los malvados, porque se habían sentenciado en pocos días, con arreglo a ellos reos de muchos años.

En seguida hizo colocar al juez Zapata en el lugar destinado al suplicio, a tiempo que pasaban de camino, para la ciudad de El Salvador, las señoritas Juana y Guadalupe Delgado. Juzgando sin duda, el malvado asesino, que todos tenían un corazón que se complaciera como el suyo con la muerte de la inocente víctima, las obligó a presenciar la ejecución, a pesar de sus súplicas y lágrimas para evitarla, y de sus esfuerzos para separarse de aquella escena de horror.

El rapto, entre tantos raptos, de una joven doncella que vivía con sus padres en la hacienda de la Laguna de Atescatempa[9], fue acompañado de circunstancias que no deben ignorarse.
Carrera, que había visitado a esta honrada familia, y de ella recibió diversas insinuaciones de cariño, quiso retribuirlas con un crimen, como acostumbra.

Para ocultar el malvado su perfidia la que era el objeto de sus torpes deseos, recurrió a otro crimen, que pudo producir peores consecuencias por el gran compromiso en que puso a su Gobierno.

Hizo disfrazar a un oficial para que, a la cabeza de algunos soldados que debieran suponerse salvadoreños, y por consiguiente enemigos, ocupasen en la noche la casa de la hacienda. A pretexto de los dueños de ella hicieron servicios a Carrera, tenían orden de reducirlos a prisión y conducir a la joven hacia el Estado de El Salvador. El bandido, con un considerable número de soldados, debía encontrarse con ellos en el camino, y éstos contestar al ¿quién vive? El Salvador libre. A esta palabra de guerra se convinieron hacerse, mutuamente, fuego las dos fuerzas. Sin usar de las balas, dispersarse los fingidos salvadoreños en seguida y dejar en sus manos la causa inocente de tanta maldad para exigirle su deshonra en premio de haberla salvado.
Todo se habría ejecutado a satisfacción de Carrera, si la Divina Providencia no hubiera destinado, en justo castigo, una bala que se introdujera en el pecho cuando se batían, en apariencia las dos partidas. Esta bala, en concepto de algunos, se puso por casualidad en el fusil;  pero otros creen haber sido dirigida por la venganza del oficial que había sido, en otro tiempo, maltratado por Carrera;  lo cierto es que se le condujo preso a Guatemala, con los soldados que le acompañaban para cumplir las órdenes de su General.

La gravedad de la herida, que lo obligara a sacramentarse, no le hizo olvidar el único trofeo de su infernal campaña, que condujo por la fuerza a su cuartel general de Jutiapa. La joven tuvo el profundo sentimiento de que su criminal raptor sanase de la herida, y su desgraciada familia sufrió su deshonra sin quejarse.

La noticia de este hecho obligó a separase del Gobierno al Presidente del Estado de Guatemala, ciudadano Mariano Rivera Paz, para andar 27 leguas de mal camino, con el único fin de expresar al malvado el sentimiento que le causara ver derramar la sangre preciosa del caudillo adorado de los pueblos. Sangre que con estas mismas palabras, tuvo el descaro de reclamar al Gobierno del Estado de El Salvador, llevando adelante, para paliar el crimen cometido por Carrera, la infame trama que éste urdiera para ocultarlo.

La muerte del Diputado Cayetano Cerda, que lo obligara Carrera a cenar en su mesa en señal de amistad, y la mandara asesinar en seguida por el mismo centinela que lo guardaba.

La muerte que dio con su propia lanza a un elector de Cuajiniquilapa[10], que se negó a prestarle su voto.

El asesinato de todos los heridos del 19 de marzo en la plaza de Guatemala, ocupada a la bayoneta, evacuada después, rompiendo la línea enemiga, por falta de municiones y por no haber encontrado los auxilios que ofrecieron los liberales. Asesinato tanto más criminal, cuanto que se habían tratado con las debidas consideraciones  al oficial
Montúfar [11] y 35 soldados que se tomaron prisioneros en la acción, y respetado al padre Obispo y Canónigos que se encontraron en la catedral, confundidos con los soldados enemigos que se batieron con los nuestros dentro del mismo edificio.

La muerte que dio a cuarenta de los más distinguidos ciudadanos de Quetzaltenango, en cuyo número se cuentan las autoridades municipales, después de haber rescatado a muchos de ellos la vida,  esposas y hermanas con grandes sumas de dinero que Carrera recibió, son los menores delitos que ha cometido este malvado.

A este monstruo estaba reservada la invención diabólica de acompañar con su propia guitarra los movimientos del Señor Lavangnini, a quien obligaba a danzar, y los últimos ayes de las cuarenta víctimas que asesinó el 2 de abril en la misma plaza de Quetzaltenango, para acostumbrar así los oídos del pueblo y prepararlo a nuevas matanzas.

A este monstruo estaba reservado el acto de mayor inmortalidad y perfidia, que ejecutó en la propia ciudad de Quetzaltenango. Habiendo prevenido al pueblo que se presentase en la plaza a una hora señalada, bajo la pena de muerte, cuando se encontraba ya reunido,  mandó saquear a su tropa toda la ciudad que contiene 25,000 habitantes.

A este monstruo estaba, también, reservado enterrar a los vivos, como lo ejecutó con un vecino respetable del pueblo de Salamá, porque le faltaban mil pesos en que había valorado su vida. A pesar de que su familia le presentó alhajas en doble valor, lo introdujo, sin embargo, en la sepultura que le había obligado a cavar, y lo cubrió de tierra hasta la garganta, dándole después grandes golpes en la cabeza, que le produjeron la muerte, lo abandonó a su inocente familia, que su desolación derramaba lágrimas sobre el cadáver, cargando en seguida el bandido con el vil precio de su infame asesinato…………………………

Pero ¿cuál es el delito que no ha podido perpetrar ese malvado? Existe uno ¡quien lo creyera!, que sólo estaba reservado a vosotros: ¡dar a Carrera, en precio de tanto crimen, el poder absoluto que hoy ejerce en el Estado de Guatemala por vuestros votos!!!
Que nuestros conciudadanos que han presenciado todos estos hechos, desde las prisiones de Belén en 1812, hasta las matanzas de Carrera en la ciudad de Quetzaltenango, en 1840, juzguen y decidan ahora si tenéis algún título para llamaros centroamericanos, y cuáles son los nuestros. Y si, como esperamos, la justicia decide en nuestro favor: si los pueblos patriotas de que se componen los Estados de Nicaragua, Honduras, El Salvador, Los Altos y parte de de Guatemala, han descubierto vuestras pérfidas miras, preparaos, no sólo a abandonar la República, sino a andar errantes, como los hijos de Judea, tras la patria de los tiranos, que buscaréis en vano. Si, en vano, porque la libertad que habéis combatido tantas veces derramando la sangre de sus mejores defensores, ha recobrado el imperio del orbe, que por un don del cielo ejercía en los  primeros tiempos. Los pueblos de ambos mundos profesaban ya su culto; los Gobiernos del nuevo son obra suya, y los del antiguo caen y se precipitan a su voz para no reaparecer más sobre la tierra.

David, 16 de julio de 1841

Francisco Morazán

Síntesis 

[1] En convenio que celebró últimamente Carrera con el Encargado del Gobierno del Estado de El Salvador se consignó un artículo expatriando a todos los que habían salido de la República, el que aparece firmado por Carrera sin saber leer ni escribir. Nota del General Francisco Morazán.
[2] El General Arce que mandaba a los salvadoreños los abandonó, por enfermo en los momentos que Filísola iba a atacar la plaza, su salud le permitió huir hasta la República de los Estados Unidos. Nota del General Francisco Morazán.
[3] El General Arce quería entregar a Filísola la plaza de El Salvador, bajo la condición de continuar en el mando como Gobernador de la Provincia. El pueblo, excitado por los ciudadanos Juan Manuel Rodríguez, por el General Espinoza y Coronel  cerda, se opuso y fueron expatriados por Arce los dos últimos. Nota del Gral. Francisco Morazán
[4] Nota de Anarella Vélez: Cayo Marcio Coriolano, siglo V a. C., déspota que impidió la distribución de trigo al pueblo, fue exilado de Roma. Refugiándose en tierras de los Volscos, a los que había sometido, se levantó  en armas contra Roma, vengando así su exilio. Fue detenido ante las puertas de la ciudad por su madre Veturia y por su mujer Volumnia.
También Coriolano es el nombre de la tragedia de William Shakespeare basada en la vida del legendario dirigente romano. La tragedia gira alrededor de Cayo Marcio Coriolano,  brillante general romano que es desterrado de Roma y dirige un asalto a la ciudad. Sólo el ruego de su madre evita que arrase Roma. Un cambio de opinión que le conduce a la destrucción.
[5] Nota de Anarella Vélez: David Livingstone (médico y misionero británico,1813-1873)  explorador de África, se distingue de otros exploradores por su lucha constante contra la esclavitud
[6] Nota de Anarella Vélez: Mataquescuintla está ubicado en la zona oriental de la República de Guatemala, dentro de la jurisdicción del departamento de Jalapa.
[7] Lobos, cura de Santa Rosa, y   Aqueche, de Mataquescuintla. Nota del Gral. Morazán.
[8] Nota de Anarella Vélez: Jalpatagua , planicie ubicada en la región  oriental de Guatemala.
[9] Nota de Anarella Vélez: Atescatempa, Jutiapa, Guatemala

[10] Nota de Anarella Vélez: Cuajiniquilapa, ubicada en Chinandega, Nicaragua
[11] Manuel Montufar, sobrino  del autor de las Memorias de Jalapa. Nota del Doctor Montúfar.


(Morazan, 2009)


Referencia:
David. (13 de septiembre de 2009). voselsoberano. Recuperado el 08 de noviembre de 2010, de http://voselsoberano.com/v1/index.php?option=com_content&view=article&id=504:manifiesto-de-david-francisco-morazan&catid=24:comunicados&Itemid=1







Memorias

Memorias
Del Benemerito General D. Francisco Morazan

Para escribir la vida de los hombres públicos que han figurado en tiempos pacificos bajo un gobierno constitucional, basta conocer los hechos y las leyes, y ser exacto e imparcial en las observaciones. Para conocer la de los que han figurado en tiempos de revolución y anarquía, cuando no ha existido mas ley que la salvación de la patria, no es suficiente hallarse impuesto de los sucesos, conocer sus causas ostensibles, y pesar las circunstancias que influyeran en ellas; es también necesario buscar el verdadero espíritu que los ha dictado en los secretos del corazón humano; sin dejarse seducir por los que, aparentando imparcialidad, se constituyen en interpretes de este, con la mira de satisfacer sus bajas y mezquinas pasiones.
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La muerte de Cesar habría sido un crimen a los ojos de los Romanos, si estos no hubiesen conocido los motivos que obligaron a Bruto a ejecutarla; y no se atribuyera, hoy, al gobierno ingles el deseo de abreviar los días de la vida de Napoleon, si hubiera justificado las causas que le obligaron a colocarle bajo la mortífera atmosfera de la isla de Santa Elena.
No es menos cierto que el espíritu de partido ha podido engañar muchas veces al escritor imparcial, y trasmitir por este artificioso medio a la posteridad como verdades históricas, lo que solo era obra de venganza y de la adulación. Pero esta falta no pertenece exclusivamente a los que nos han dado a conocer lo que ha ocurrido en el antiguo mundo; lo es también de los que se dedican a instruir a las generaciones venideras de lo que pasa en el nuevo, en donde han adquirido numeroros estimulos las pasiones, por el abuso que se hace de la imprenta.
No se crea por esto que yo desee que se limite por una censura previa. Cualquiera que se establezca para destruir un vicio, que es inherente a la libertad de publicar los pensamientos, llevaría consigo el germen que también destruyese esta saludable institución, que si ha sido el mejor sosten de los gobiernos monárquicos moderados, es sin disputa el alma de las instituciones democráticas.
Si, varias veces se ha abusado de ella contra mi para  criticarme, y protesto a los Centro-Americanos, a quienes me dirijo, que lejos de disputar a mis enemigos la posesión de este miserable recurso procurare no traspasar los limites de la moderación y del decoro.
No escribo para exaltar pasiones, y menos para revelar faltas y decir injurias a los que han calumniado en sus memorias impresas en las ciudades de Jalapa y Mejico: solo tomo la pluma para vindicarme, solo este sentimiento ha podido vencer la resistencia que siempre he tenido para hablar a la Nacion, aun es considerado con la disposición que se requiere en aquel caso, ni con la humildad que se necesita en este para mendigar un defensor, pues siempre he creido que el que no aspira a engañar debe prensetarse al pueblo con sus propios colores.
En los ocho años que servi la primera magistratura muchos de mis enemigos obtuvieron destino públicos, sin detenerse a examinar la legalidad de una elección, ni los motivos que me conservaron en el poder; y a otros que me prodigaban injurias siempre les acredite con mi silencio, que no deseaba hacer uso para desmentirlos de las ventajas que me daba mi posición.
Mas cuando observe que en a desgracia hasta algunos de mis amigos me juzgaban, me decidi a escribir mi vida publica.
No pudieron fiar a la memoria todos los acontecimientos ocurridos en una revolución de catorce años, pedi los documentos necesarios a Centro-America. Pero entre tanto estos llegan, el tiempo pasa, mis enemigos dan una siniestra interpretación a mi silencio, arrojan sobre mi nuevas calumnias, y no se halla al alcance de todos mi condcuta publica que los desmiente. Es por esto que me veo obligado ahora a hablar siquiera de una menra sucinta de los principales acontecimientos ocurridos en la revolución de 1828, que han sido maliciosamente desfigurados por unos, o censurados injustamente por otrs. Procurare apoyarlos en documentos dignos de toda la fe, y en testigos que, a la ciudadde intachables, por el buen crédito que merecen, reunan la particular circunstancia de contarse ellos en el numero de mis enemigos. La relación intima que tienen algunos de los hechos que voy ahora a referir, acaecidos antes de la guerra de 1828 con la materia de que me ocupo, no me permite pasar aquellos en silencio.
La elección de presidente de la república hecha por el congreso en el ciudadano Manuel Jose Arce, contrariando el voto de los pueblos que dieron sus sufragios al ciudadano Jose del Valle, fue, en mi concepto, el origen de las desgracias de aquella época. Dos partidos concurrienron a ella. En el uno se hallaban los mas aridentes defensores de la independencia y los mejores amigos de la libertad.  Estos dieron sus votos para que sostuviese la constitución federal, que era obra suya. Sen encontraban en el ojo los enemigos de esta constitución, los amigos de la dependencia española y los que unieron la república al imperio mejicano. Estos le dieron sus sufragiso con la esperanza que cooperase a la variación del sistema.
Ambos bandos tenían motivos de confianza en aquel candidato. Aquel citaba en su apoyo la condición que el ciudadano Manuel Jose Arce había observado a favor de la independencia. Este tenia por garantizado la opinión que el mismo Arce manifestó desde Mejico al Padre Obispo Delgado, con respecto al sistema que convenia a Centro-America, y las que conseguía siempre contra el federalismo, que no daban a la verdad las mejores seguridades de su buen modo de proceder en el Gobierno.
Puede, sin descredito, un ciudadano sacrificar sus opiniones particulares al cumplimiento de sus deberes como hombre publico: esto es posible, pero no puede voluntariamente colocarse, sin mancillar su reputación, en la difícil alternativa de faltar a sus juramentos, o causar desgracias de su patria esto hizo  Arce.
El admitió la primera magistratura de un gobierno contrario a sus opiniones, y presto el solemne juramento de ejecutar y hacer cumplir una Constitucion que, según lo repite tantas veces en su memoria de 830, impresa en Mejico, sistema la anarquía y autoriza el desorden.
Si esta conducta no puede conciliarse con la que debería observar el patriota y el alto funcionario, ella sin embargo descubre los verdaderos motivos que le obligaron a apoyar sus repetidas infracciones de la constitución en un partido que, al deseo de variarla, añadían sus principales directores la halagüeña esperanza de encontrar en Arce el héroe que les hiciese olvidar la sensible perdida del Emperador Iturbide.
No podría ciertamente reconocerse en este modo de proceder al hombre agradecido por la alta distinción con que lo honraran los pueblos, llamándolo a regir sus destinos, si el deseo de ser a los ojo de estos mismos pueblos al bienhechor de primer lustro de la libertad, o por lo menos el primer patriota de la época, no vinieran en su ausilio a disculparlo, ¡funesa presunción, que tantos males ha causado a la Republica!
Si el ciudadano Manuel Jose Arce se hubiera negado a admitir la presidencia, se habría escusado del compromiso, que sus opiniones con respecto a la constitución le habían hecho prever, no hubiera entonces tenido lugar sus temores de anarquizar la Republicam si cumplia con las leyes que autorizaban en su concepto el desorden; ni sus juramentos habrían sido violados con la infracción de aquellas, agravantes con este hecho los mismos males que pensaba evitar.
Tan noble conducta hubiera librado a Centro-America de mil desgracias, y al presidente de ella de un taro y esteril arrepentimiento, que le fue arrancado por un acto de la mas negra ingratitud que lo despojara de un ejercicio de la magistratura, y vino en socorro del pueblo cuando se hallaba ya dividido y destrozado por la guerra civil y la anarquía.
Yo acababa, dice el Presidente Arce, de estudiar en Washington y en los principales Estados anglosajones americanos el sistema federal: había penetrado su origen; había pulsado sus enlaces: me entere de sus ventajas, y me hice cargo de sus defectos… y todo esto , es necesario decirlo, se obro en pocos días, y sin el menor conocimiento del idioma ingles.
No podía decir mas el sabio e infatigable Mr. Alejo Tocqueville, a quien debemos su preciosa obra titulada: “De la democracia en la America del Norte”.
Desgraciados Centro-Americanos! Vuestros males se pueden lamentar:pero consolaos con este esteril sentimiento, porque no es posible, en conciencia, hacer responsable de ellos a su autor!... si todas las opiniones que he referido son bastantes a hacer conocer la suerte que esperaba a Centro-America, yo no las presento al publico sino como las precursoras de grandes hechos, que hablan al corazón imparcial un idioma tanto mas convincente, cuanto que esta fundado en las mismas leyes, argumentos y raciocinios aducidos por el ex presidente Arce en su propia defensa.
Dos partidos se presentaban a este y a sus amios en opinión, para variar las leyes, objeto único de sus miras, de sus faltas, de su descredito y de su desgracia. O el que se emplea regularmente en las repúblicas con el fin de obtener el triunfo en las elecciones, y por consiguiente, el influjo que se desea en las cámaras para reformar o varia la constitución, o el de la fuerza.
Aunque el primero era mas sencillo y el único legal,  exigia mucho tiempo su ejecución, y además, carecia de trofeos t de gloria. Si podía haber alguna manera de persuadir, seria a los ojos del Presidente Arce, tan oscurecida por las intrigas que se suelen emplear en semejantes casos, como el color de los vestidos diplomáticos de las personas que debieran ejecutarlo.
No siendo este recurso acomodado al genio del Presidente, y menos a sus intereses elijio el segundo partido. Dos motivos le obligaron a obrar de esta manera. Seguir las huellas de los héroes conquistadores para poder adquirir esa gloria querrera, tanot mas noble, cuanto son grandes los obstáculos que vence, y los peligros que corre el Jefe militar que la obtiene a la cabeza de sus soldados vencedores, fue sin duda el objeto del primero en afirmar para lo futuro en los hombros de esta mismos soldados la silla del poder en que no se creo bien seguro por la inconstancia de los diplomáticos que lo colocaron en ella, era la mira del otro, esta inconstancia que comenzaba ya a experimentar, lo fue muy pronto funesta por la vez primera en el cuartel general de Jalpatagua. Allí lograron Antonio Aycinena y D. manuel Dominguez introducirse, digamoslo Asi, disfrazados con las insignias militares que arrancaran al merito del soldado y obtener un triunfo con el ausilio de la táctil diplomática, que tuvo por trofeos la deposición del Comandante Perk y el despojo de todo el influjo que tenia el Presidente Arce en el ejercito.
El escandaloso suceso ocasionado por que unos pocos empleados del Gobierno del Estado de Guatemala se concurrieran en un mismo edificio con el presidente de la Rrepublica a la función civica del 15 de setiembre de 1826, que en otras circunstancias solo hubiera comunicado al pincel algunos personajes en actitudes propias a una cariatura, produjo entonces malísimos resultados.


(Sercretaria Cultural y Turismo Departamento de publicaciones de la Direccion General de Cultura, 1981)

Referencias

Sercretaria Cultural y Turismo Departamento de publicaciones de la Direccion General de Cultura. (1981). Memorias de Francisco Morazan . En F. Morazan, Memorias de Francisco Morazan (págs. 12-68). Tegucigalpa: SECTUR.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Himno a Francisco Morazán


Letra: Froilán Turcios
Música: Francisco R. Díaz Zelaya

Coro
Mágica rima de bronce que cante
la maravilla de tu épica historia.
Sobre las cumbres mi musa levante
el fabuloso esplendor de tu gloria.
Que tu figura se encienda en la llama
que irradien las albas de nácar y oro,
himno solemne pregone tu fama,
vibre en los aires tu nombre sonoro.

Solo I
Eco de amor de los altos confines
queda vagando en los verdes pinares.
Lloran tu muerte los claro clarines
y en su profundo responso los mares.
Ínclita musa de arcanos acentos
de tu renombre destierra el olvido
flota el Ideal de la Unión en los vientos
cual pabellón al futuro tendido.

Solo II
¿Quién tu figura no ciñe de flores?
¡Pase tu numen venciendo vestiglos
cual sol sin ocaso de vivos fulgores
sobre el eterno rodar de los siglos!
¡Patria, saluda al heroico guerrero!
Himnos eleva de luz y victoria.
¡Ama el sublime fulgor de su acero!
¡Pon en su frente el laurel de la gloria!


Degas, A. (16 de Noviembre de 2010). http://nacerenhonduras.blogspot.com. Recuperado el 04 de Diciembre de 2010, de http://nacerenhonduras.blogspot.com: http://nacerenhonduras.blogspot.com/2010/11/himno-francisco-morazan.html


Compilación hecha por, Joel Edimar Cruz, Apreciación Literaria, UNITEC

Pablo Neruda a Francisco Morazán

Morazán

Por: Pablo Neruda
 (chileno)

Alta es la noche y Morazán vigila
¿Es hoy, ayer, mañana? Tú lo sabes.

Cinta Central, américa angostura
que los golpes azules de dos mares
fueron haciendo, levantando en vilo
cordilleras y plumas de esmeralda;
territorio, unidad, delgada diosa
nacida en el combate de la espuma.

Te desmoronan hijos y gusanos,
se extienden sobre ti las alimañas
y una tenaza te arrebata el sueño
y un puñal con tu sangre te salpica
mientras se despedaza tu estandarte.

Alta es la noche y Morazán vigila.

Ya viene el tigre enarbolando un hacha
Vienen a devorarte las entrañas.
Vienen a dividir la estrella.
Vienen,
pequeña América olorosa,
a clavarte en la cruz, a desollarte,
a tumbar el metal de tu bandera.

Alta es la noche y Morazán vigila.

Invasores llenaron tu morada.
Y te partieron como fruta muerta,
y otros sellaron sobre tus espaldas
los dientes de una estirpe sanguinaria,
y otros te saquearon en los puertos
cargando sangre sobre tus dolores.
¿Es hoy, ayer, mañana? Tú lo sabes.
Hermanos, amanece. (Y Morazán vigila).







Neruda, P. (1971). Pablo obras Neruda escogidas. En P. Neruda, Pablo obras Neruda escogidas (pág. 298). Santiago de Chile: Editorial Andres Bello.




Compilación hecha por, Joel Edimar Cruz, Apreciación Literaria, UNITEC